sábado, 28 de julio de 2007

El arte de alcanzar la gracia

¿Hemos perdido la gracia? ¿Podemos volver a tenerla? ¿Alguna vez la tuvimos? Gregory Bateson, en su ensayo sobre el arte primitivo, dice: “Aldous Huxley solía decir que el problema central de la humanidad es la búsqueda de la gracia. Empleaba la palabra con el sentido con que, a su entender, se la utiliza en el Nuevo Testamento. Pero la explicaba con sus propios términos. Argüía, como Walt Whitman, que la comunicación y conducta de los animales posee una ingenuidad, una simplicidad, que el hombre perdió. La conducta del hombre está corrompida por el engaño –incluso el autoengaño- intencional y por la autoconciencia. Tal como Aldous veía las cosas, el hombre ha perdido la “gracia” que los animales aún conservan. A partir de esta contraposición, Aldous argumentaba que Dios se parece más al animal que al hombre: es idealmente incapaz de engañar e incapaz de confusión interna. Así pues en la escala total de los seres el hombre se encuentra desplazado lateralmente y carece de la gracia que los animales tienen y que tiene Dios.
Afirmo que el arte es una parte de la búsqueda de la gracia que lleva a cabo el hombre: algunas veces, su éxtasis y su éxito parcial; algunas veces su furor y su agonía en el fracaso. (…)
Sostendré que el problema de la gracia es fundamentalmente un problema de integración, y que lo que hay que integrar son las diversas partes de la mente, especialmente esos múltiples niveles, uno de cuyos extremos se llama “conciencia” y el otro “inconsciente”. Para alcanzar la gracia, las razones del corazón tienen que ser integradas con las razones de la razón. “
¿Cómo se da este fenómeno de la corrupción de la conducta del hombre por el autoengaño? En su libro: “El cuestionamiento de la familia”, Ronald Laing habla de las leyes que gobiernan nuestra experiencia. Dice que “nuestra experiencia es un producto formado de acuerdo con una receta, con un conjunto de reglas sobre qué distinciones debemos hacer, cuándo, dónde, respecto de qué. Continuamente llevamos a cabo operaciones entre distinciones ya establecidas, de acuerdo con reglas adicionales”.
No recordamos cómo experimentamos el mundo en nuestros primeros contactos, pero de alguna manera hemos aprendido a verlo como lo veían los adultos que nos rodearon. Aprendimos a percibir según
leyes naturales y sociales. Las leyes sociales están tan firmemente implantadas, que nos parecen naturales. Llegamos a convencernos que nuestro percibir, nuestra relación con lo que nos sucede es “propia”, que se produce en forma directa, sin mediación de operaciones que son las vigentes en nuestro entorno. Según Laing, trabajamos para “normalizar” nuestra experiencia mediante unas reglas que desconocemos: no solo desconocemos cuáles son sino que desconocemos que las usamos. Según el autor, el psicoanálisis engloba la mayoría de estas reglas bajo el nombre de “mecanismos de defensa”. Cuando un acontecimiento está eficientemente reprimido, por ejemplo, uno olvida haberlo olvidado. La represión no es una operación simple, dice Laing: “Olvidamos algo. Y olvidamos que lo hemos olvidado. Después de eso, y en lo que a nosotros concierne, no hay nada que hayamos olvidado”. Laing considera que la función principal de todas esas operaciones es lograr la producción y subsistencia de la experiencia que se desea, o al menos se tolera en la familia. Y concluye:
“Después de este holocausto casi total de la experiencia en el altar de la conformidad, es probable que nos sintamos algo vacíos.”
¿Tiene esto algo que ver con el “desplazamiento lateral” que sufre el hombre y que lo aparta de la gracia?. ¿ Es éste el costo de haber obtenido un producto “normal” a partir de la sustancia de nuestro yo originario?
Laing reflexiona que cuando sentimos ese “vacío” podemos tratar de llenarlo con artículos de consumo, dinero, prestigio, más un repertorio de distracciones permitidas u obligatorias, que sirven para distraernos de nuestra propia distracción. Si nos hallamos demasiado tensos, podemos recurrir a narcóticos, estimulantes, sedantes, tranquilizantes, que “nos depriman al punto de impedirnos comprender lo deprimidos que estamos” . Cuando la “lobotomía social normal” no funciona, se puede recurrrir a la “lobotomía química”.
Bateson afirma que la gracia se puede buscar a partir del arte, que puede ayudarnos a la integración de la razón y el corazón. Quizás el trabajo de reconocimiento o “recuerdo” de las reglas con las que nos “normalizamos”, para estar atentos a cuáles son los filtros con los que percibimos/actuamos, nos pueda llevar a formas de actuar cada vez más genuinas. Si este trabajo tuviera un resultado integrador de razón y corazón, podríamos decir que, cuando lo llevamos a cabo , estamos produciendo arte. Y como de arte se trata , creo que esto está mejor dicho en este poema de Manuel Cosgaya:
Ser yo en el principio
y hasta el final
y en el final.
Ser constantemente
la amenaza al que
no es yo y está en mí.
Ser una perspectiva
trazada a partir de
lo que es natural
y me obliga a no buscar
interminables estrategias
para que simplemente
brote una palabra.
Que esa palabra
reluzca como tal;
porque salió espontáneamente
de mi corazón.
Desalojar los inquilinos
de mi cuerpo
y permanecer sólo
con la casa y el dueño,
el hacha y su filo,
el sol y su brillo,
la luna y su poder.


3 comentarios:

Cristina dijo...

Hola Moni,

está buenísimo... me encantó. Me resultó fuerte y muy descriptivo lo que dice la frase que copio:
“Después de este holocausto casi total de la experiencia en el altar de la conformidad, es probable que nos sintamos algo vacíos.”
Esto me hace sentir mejor aún por haber ido a escuchar, conmigo, a "la Gata Varela".

Gracias por lo que escribís, por lo menos para mí, tiene un trabajo grande por detrás, lecturas, estudio de textos, integración de autores, y sobre todo reflexiones.

Un beso, Cris

trisi dijo...

Moni, me resultó difícil, me enmarañé hasta que al final se me hizo la luz. Deberías ser columnista, no hay dudas. Gracias

pablo dijo...

Pensaba en "La gravedad y la Gracia de Simone Weil. Luego de ese poema de Manuel Cosgaya no me queda mucho que decir.