martes, 4 de diciembre de 2007

"El beso de la muerte"

¿Acaso los maestros saben que llevan consigo el beso de la muerte que torna insípido todo cuanto tocan, y entonces se niegan sabiamente a tocar y enseñar cualquier cosa que posea importancia para la vida real? ¿O es que portan el beso de la muerte porque no se atreven a enseñar nada de importancia para la vida real? ¿Qué es lo que les pasa?
Gregory Bateson

Niño, deja ya de joder con la pelota. Niño, que eso no se dice, que eso no se hace, que eso no se toca…
Joan Manuel Serrat
Este mundo te dirá que siempre
es mejor mirar a la pared...
Charly García

Fue entonces que el desconocido me dijo:
-Mírela bien, ya no la verá nunca más.
Había una amenaza en la afirmación, pero no en la voz.
Jorge Luis Borges. El Libro de arena

Existen ciertas semejanzas entre avisar, advertir y amenazar. En los tres casos se trata de prevenir acerca de algo. El diccionario de la Real Academia dice que avisar es "dar noticia de algún hecho", advertir es “avisar con amenazas”, y amenazar, precisamente, es “avisar que se quiere hacer algún mal a alguien”. Si relacionamos los tres significados podríamos encontrar una progresión lineal, de menor a mayor, en el efecto que pueden causar estas acciones. Hasta podría ser difícil encontrar el punto exacto en el que termina una y comienza la otra.
Sin embargo, dependiendo de la forma en que se lleven a cabo, aparecen diferencias significativas en los efectos que estas tres acciones producen.
Alguien nos habla, por ejemplo, de la conveniencia del uso de preservativos para la prevención de enfermedades de transmisión sexual y, dependiendo de la forma en que lo haga, puede pasar que nos suene como una información útil a tener en cuenta o como una prescripción autoritaria que nos incita más a la rebeldía que al cuidado.
Si recordamos muchas de las nociones que aprendimos sobre cuestiones importantes para nuestra supervivencia, como la conveniencia de hábitos saludables, de conductas cuidadosas, costumbres higiénicas, etc. suele suceder que las recordemos con una sensación parecida a la angustia. Nos suelen sonar más como indicaciones opresivas o restrictivas que como consejos útiles, más como advertencias que como avisos o descripciones.
Si lo vemos desde el punto de vista estadístico (estadística: cálculo de cuestiones probables, o sea que pueden suceder o no) es cierto que trabajar es una forma útil de obtener ingresos, que beber y comer con moderación favorece nuestra salud, que el respeto y la tolerancia son operatorias útiles para una convivencia satisfactoria…Pero ¿porqué estos datos nos suenan a sermón y por lo tanto a posible castigo?
Un axioma básico de la comunicación humana dice que los mensajes que intercambiamos tienen un aspecto que tiene que ver con el contenido que transmitimos, y otro aspecto que tiene que ver con lo relacional. Con los gestos, los tonos de voz, la mirada, las palabras que elegimos, nos decimos algo que desde el punto de vista comunicacional, es más importante para nosotros que la información que damos y se refiere a qué es lo que está pasando entre nosotros: si estamos dispuestos a aceptarnos como somos, si estamos o no peleando, si lo que se nos dice, o decimos, es una sugerencia o una imposición. Este segundo aspecto lo percibimos en gran medida con nuestros “sensores” físicos, con sensaciones de restricción, alivio, angustia que aparecen en el cuerpo.
Aplicando este axioma a la cuestión de las diferencias y semejanzas entre aviso, advertencia y amenaza, podríamos reconocer de cuál de ellas se trata según el efecto que nos provocan.
Si recibimos la información acerca de qué nos conviene hacer en relación a alguna cuestión (“Comer bien es importante para la salud”) y podemos tomarla como una opción que puede sernos benéfica, pero nos sentimos con la libertad de evaluarla y luego ponerla en práctica o no, si sentimos que podemos demostrar nuestras dudas, preguntas y opiniones ante quien nos informa y no tenemos que “pagar ningún precio” por eso, si no pensamos que quien nos informa va a evaluar el cumplimiento de su "consejo" de allí en adelante, es muy probable que estemos ante un simple aviso o descripción de una cuestión.
Si mientras nos dicen lo que nos conviene hacer “por nuestro bien” aparece opresión en el pecho, molestias en el estómago, palpitaciones, si sentimos que lo que nos “aconsejan” hacer es nuestra única opción y que si no lo cumplimos algo terrible puede sucedernos, si sospechamos que nuestro “benefactor” va a controlar el cumplimiento de lo “sugerido”, muy probablemente estemos ante una advertencia (“Si no comes te moris… o me muero”), o una amenaza (“Si no comes te mato”). Las amenazas tienen, al menos, la ventaja de que no están disfrazadas de consejos, y lo que nos provocan es , lisa y llanamente miedo.
Es posible que nociones sobre cuestiones que pueden ser útiles para nuestra vida suenen tan restrictivas porque son transmitidas como una forma de control mocionada por el miedo. Cuando advertimos en lugar de contar o describir, transmitimos tácitamente nuestra necesidad de controlar , nos “achicamos el mundo”.
Si nuestro interés es realmente colaborar con el bienestar de los otros, en lugar de portar el “beso de la muerte” del que habla Bateson, quizás sea una opción ofrecer nociones que pueden ser útiles pero sólo como un aporte de datos que cada uno puede usar en el proceso de investigación en que consiste su propia vida.