jueves, 31 de julio de 2008

Es lo que hay

El reconocimiento de que algo es necesariamente como es origina una especie de libertad; una vez que se reconoce eso, se aprende cómo se debe actuar.

Gregory Bateson

Raptarnos,
cuando queremos irnos, pervierte nuestras sinceridades.


Andamos a la vanguardia cuando andamos con nosotros mismos,
y a la retaguardia cuando nos dejamos atrás.
Rubén León Makinistian

Cuando lo quieto se siente movido
todo cambia de sentido.
Silvio Rodriguez


La últimamente muy escuchada expresión: “es lo que hay”, suele provocarme al menos dos efectos diferentes, dependiendo de con qué sentido este siendo dicha.
Uno de esos efectos tiene que ver con una sensación de impotencia y desvitalización, y el otro con un sentimiento de entrega que permite la posterior expansión.
Cuando “es lo que hay” esta dicho como sinónimo de “mejor malo conocido que bueno por conocer”, solemos aplicarlo a situaciones como: “No nos llevamos bien, pero problemas tienen todas las parejas”; “no soporto mi trabajo, pero estoy hace tantos años…”,“siento que mis hijos me están usando, pero ¿en que familia no pasan estas cosas?”
En estos casos, “lo que hay” es pereza o miedo, manifestaciones del orgullo que nos llevan a usar nuestras energías en sostener lo que sentimos que no nos sirve. La situación es triste, pero está bajo control. Al fin y al cabo modificar lo que nos pasa es arriesgarnos a perder lo poco que tenemos, y en el fondo, sabemos que soportar nos trae algunas ventajas que no queremos arriesgarnos a perder. Cuando, escondidos tras el argumento de que no podemos decidir, decidimos elegir “lo que hay”, es muy probable que encontremos recompensas inmediatas. Así como quien busca nuevos caminos paga precios que van desde su propio desconocimiento hasta las múltiples formas de “advertencias” de quienes tiene cerca, quien decide no hacer olas se ve recompensado por una red de “contención” que lo ayuda a confirmarse en su tomar partido por lo que siente que ya no le conviene.
Cuando nos asociamos con los que nos premian por no cambiar formamos parte de una fuerza que intentará ejercer algún tipo de presión no sólo para que la “hermandad” no pierda ninguno de sus miembros, sino para que en lo posible se le agreguen nuevos integrantes. Aún sabiendo que lo que nos une es el espanto, nos dedicaremos a observar los perjuicios que sufren quienes toman riesgos, lo “solos” que se quedan los que se atreven a decir que no.
La forma vitalizadora del “es lo que hay” tiene que ver con un reconocimiento descriptivo de quiénes estamos siendo, o de los recursos con los que contamos, pero un reconocimiento que es usado para hacer más eficaz nuestro proceso de crecimiento.
Fantasear con cambios repentinos, sobreestimar nuestras fuerzas suele llevarnos a sentirnos frustrados por no poder responder al modelo que elegimos, a vernos repitiendo errores y a sentirnos incapaces y paralizados. Si, ante esta sensación, “entregamos” nuestras ideas caprichosas acerca de quienes deberíamos ser, y tratamos de sintonizar con nuestras reales posibilidades, puede que descubramos cuál esta siendo nuestra “medida”, y nos sintamos con nuevas fuerzas para continuar desde allí. En este caso el “es lo que hay” significa “soy el que soy”, y este que soy puede seguir con su trabajo.
Paradójicamente, cuando parece que aceptamos la situación que nos esta haciendo sentir miserables, en realidad nos estamos esforzando para sostenerla, y cuando decidimos trabajar para nuestro crecimiento, es cuando podemos “soltar” las ideas preconcebidas acerca de cómo hacerlo.
Refiriéndose a los sistemas sociales, en su “18 Brumario de Luis Bonaparte” Marx dice que “
los hombres hacen su propia historia, pero no la hacen a su libre arbitrio, bajo circunstancias elegidas por ellos mismos, sino bajo aquellas circunstancias con que se encuentran directamente, que existen y les han sido legadas por el pasado”. Es en el diálogo entre las viejas formas y los nuevos ideales , donde se construyen las formas nuevas. En lo que a cada uno de los individuos se refiere, lo creativo que hay en nosotros se desarrolla a partir de la relación con los condicionamientos que traemos. Nacimos en un lugar determinado, con condiciones sociales determinadas, en una familia que nos “educó” de alguna manera, formamos parte de un sistema que nos “formatea” eso “es lo que hay”, pero también tenemos nuestro permanente anhelo de crecimiento, de desarrollo de nuestras potencialidades, nuestra necesidad de “desplegarnos”. Como dijera Jean Paul Sartre: "cada hombre es lo que hace con lo que hicieron de él". De la relación entre nuestras potencialidades y nuestros límites puede que suceda lo que tan bien describe Thomas Carlyle: “que cada uno llegue a ser aquello para lo que fue creado; que se expanda si es posible, hasta su máximo crecimiento; y que se muestre al fin en sus propias forma y estatura”.