domingo, 18 de julio de 2010

"Yo, en tu lugar..."

Que el sol sólo es el sol si brilla en ti,
la lluvia sólo lluvia si te moja al caer…
J.M.Serrat


-¿Estás contenta con tu tamaño actual?-preguntó la Oruga
-Bueno, me gustaría ser un poco más alta, si a usted no le importa. ¡Siete centímetros es una altura tan insignificante!
¡Es una estatura perfecta! -dijo la Oruga muy enfadada, irguiéndose cuan larga era (medía exactamente siete centímetros).
-¡Pero yo no estoy acostumbrada a medir siete centímetros! se lamentó la pobre Alicia con voz lastimera, mientras pensaba para sus adentros: "¡Ojalá estas criaturas no se ofendieran tan facilmente!
Lewis Carroll



Muchas veces lo pensé y lo callé; otras lo pensé y lo dije: “yo, en tu lugar…”, pero nunca sentí que mi consejo fuera de utilidad. Me dijeron también algunas veces “yo, en tu lugar…” y, en general, sentí que ese “ponerse en mi lugar” de mis presuntos bienhechores no me servía de mucho.
¿De qué hablamos cuando hablamos del “lugar” de alguien?
Hay un “lugar” que puede ser visto desde fuera: alguien pertenece a un género, tiene algún estado civil, un aspecto físico, cierto acceso a recursos económicos, un cierto nivel cultural. Estas características pueden ser comunes a grupos de personas y solemos usarlas para concebir generalizaciones. Podemos decir por ejemplo que hay mujeres solteras, que viven solas y tienen buen nivel de ingresos, mujeres con escasos recursos, casadas y con muchos hijos, etc. Esta clase de “lugar” suele ser fácilmente visto por todos y solemos creer que esta combinación de características pueden servirnos para trazar “perfiles”, como si los humanos pudieran tenerlos. Si tenemos en cuenta sólo estos datos, podemos decirle a alguien: ‘yo, en tu lugar (con tu dinero y tu salud), no me angustiaría por pequeñeces’. O sentenciar: ‘yo, en el lugar de ella (sin trabajo y sin "futuro") no me hubiera comprado un televisor´.
Pero hay un “lugar” que pertenece a otro orden, que podemos llamar simbólico y que tiene que ver con los significados que cada uno da a lo que le sucede. Estos significados, aunque tienen estrecha relación con la connotación que cada cultura da a los fenómenos, tienen más que ver con las experiencias y valores de cada uno, con su forma de concebir el mundo. Si el lugar social puede ser común a grupos de personas, el simbólico es único e irrepetible. Ese lugar no puede ser visto desde fuera, al menos no a simple vista.
Si saber cuál es el lugar del otro resulta bastante imposible, ¿para qué le decimos a otros lo que haríamos en su lugar?



Por otra parte, cuando creemos que podemos saber cuál es el lugar del otro, ¿estamos seguros de cuál es nuestro lugar? ¿Sabemos claramente cuales son nuestros significados para las cosas que nos suceden? ¿Conocemos los motivos por los que tomamos nuestras propias decisiones?
La práctica de una mirada sincera hacia nuestros verdaderos intereses y necesidades resulta un trabajo tan arduo que no nos deja tiempo para entrometernos en los lugares ajenos, y a la vez, paradójicamente nos va aportando una posibilidad de mayor comprensión hacia las actitudes de los otros, que nos permite ponernos “en su piel” en lugar de juzgarlos.