viernes, 9 de noviembre de 2007

No es mi tema

Yo me celebro y yo me canto,/Y todo cuanto es mío también es tuyo,
/Porque no hay un átomo de mi cuerpo que no te pertenezca.
Walt Whitman

Enseña el Cristo: a tu prójimo amarás como a ti mismo, mas nunca olvides que es otro.
Antonio Machado


Cada cual tiene un trip en el bocho
…difícil que lleguemos a ponernos de acuerdo
Charly Garcia








¿Cuál es el alcance y cuáles son los efectos de la expresión: “no es mi tema”? Más aun, ¿cómo saber qué cosas “son mi tema” y cuáles no? ¿Cómo guiarnos para no cometer la tontería de meternos de lleno en asuntos que no son de nuestra incumbencia y estar ausentes de los que realmente necesitan nuestra intervención?
Entre la cita de Whitman: no hay átomo de mi cuerpo que no te pertenezca, y la de Machado: nunca olvides que el prójimo es otro, se describe un mundo que encierra las dos afirmaciones que pueden parecer contradictorias. Los humanos somos sistemas que integramos sistemas, y aunque intentemos aislarnos, tenemos, entre nosotros y con el medio una ligazón indispensable para nuestra supervivencia. Desde esta visión amplia, no habría nada que pudiera no ser “mi tema”. Afectamos y somos afectados permanentemente por todo lo que nos rodea. Lo que nos sobra tiene relación con lo que a otros les falta, (o viceversa), lo que llueve aquí se evaporó de allá… las leyes que gobiernan a los sistemas son implacables, y, como dijera Gregory Bateson, la falta de sabiduría sistémica siempre es castigada.
Aun teniendo en cuenta esta meta idea, en la práctica no podemos hacernos cargo de todo lo que sucede. Incluso en el mundo de las interacciones cotidianas no todas las cuestiones que suceden en nuestro entorno más cercano nos competen, aunque nos sintamos afectados por ellas. Si yo necesito decidir si le digo o no le digo a mi amiga que vi a su marido con otra mujer, ¿es mi tema la violación de un código interno de la relación entre mi amiga y su marido? o ¿cuándo son nuestro tema las cuestiones que les suceden, por ejemplo, a nuestros hijos?
No es posible hacer una lista con la enumeración de las cuestiones que nos conciernen y las que no, entre otras cosas porque eso depende de la forma que cada uno tenga de ver el mundo. Pero quizás la distinción entre cuestiones que corresponde tomar como de interés personal y las que no, y cuál debería ser la intervención en uno o en otro caso, puede que nos vuelva, por lo menos, algo más cuidadosos.
Aparentemente vivimos todos en el mismo mundo, pero cada uno diseña el suyo en virtud de los parámetros que fija, y da un significado propio a sus experiencias, por lo que intervenir en cuestiones de otro no es cosa fácil. Si pensamos en lo difícil que es saber lo que nosotros mismos necesitamos o qué deberíamos hacer con nuestras cuestiones, podemos darnos una idea de las posibilidades que tenemos de acertar cuando de otros se trata. Si coincidimos con la idea de que cada dificultad que se nos presenta puede ser una oportunidad de aprendizaje, interferir en la forma en que otro resuelve sus desafíos ¿no puede significar, además, aportar una demora a su crecimiento?
Estando ante un hecho que no nos atañe directamente, que no está en el área de nuestras responsabilidades y al que no estamos comprometidos a responder, si tenemos dudas acerca de si intervenir o no, podemos guiarnos con algunas preguntas.
La primera: ¿alguien me pidió opinión, consejo o ayuda? En el caso de que nadie nos haya pedido ayuda, la pregunta sería ¿para qué intervendría? ¿para satisfacer una necesidad personal de cumplir un mandato/ mitigar el propio sentimiento de angustia/ sentirme útil…?
Si llegamos a la conclusión de que tenemos la necesidad de intervenir, y queremos satisfacer esta necesidad, podemos preguntar a la persona involucrada si necesita nuestra ayuda. Si nos dice que sí, podemos seguir preguntando acerca de qué tipo de ayuda necesita. Si nos dice que no, un alejamiento respetuoso podría ser lo más útil para todos.
No intervenir no implica solamente no actuar. Seguir inmiscuyéndose en el tema con los pensamientos o fantaseando con posibles acciones, creyendo que si el asunto estuviera en nuestras manos podríamos solucionarlo es también una forma de intervenir.
La consideración “no es mi tema” no significa “no me meto, pero podría hacerlo”. Considerar un asunto como fuera de la propia área de competencia, significa además, el reconocimiento del otro como otro, con sus propios valores y recursos para resolver sus cuestiones, y también el reconocimiento de que sus criterios son tan valiosos como los nuestros, aunque sean diferentes. Y más aún (esto puede ser más difícil si se trata de nuestros hijos), en el caso de que esas decisiones puedan llevarlos a lo que solemos llamar, desde nuestro punto de vista “errores” o “equivocaciones”.
Si una vez que aplicamos el “no es mi tema”, el asunto sigue preocupándonos, tal vez el “envío” de nuestros mejores deseos pueda ser útil . El “envío” puede concretarse en la forma en que cada uno lo conciba, algunos como una oración, como un pedido al “universo”, como un mensaje por si “alguien” lo oye, etc. Si el pedido no logra que la situación se resuelva de la mejor manera (si es que alguien puede saber cuál es la mejor manera en que puede resolverse una situación), al menos puede servir para calmar nuestra propia ansiedad.