sábado, 31 de mayo de 2008

Mi espacio sin fin



Mi amor es mi prenda encantada
es mi extensa morada
es mi espacio sin fin
Mi amor no precisa fronteras;
como la primavera
no prefiere jardín
Silvio Rodriguez




Según el biólogo Humberto Maturana, "el amor es la emoción que constituye las acciones de aceptar al otro como un legítimo otro en la convivencia; por lo tanto, amar es abrir un espacio de
interacciones recurrentes con otro en el que su presencia es legítima sin exigencias". Cuando
Maturana habla de "emociones", no se refiere a los sentimientos exaltados con que suele relacionarse al amar, sino al dominio de acciones en que un animal se mueve; no hay acción humana sin una emoción que la funde como tal.
Esta idea acerca del amor parece a la vez responsabilizante y aliviadora.
Por un lado, la aceptación del otro como legítimo otro no es una cuestión sencilla. Solemos ver a
los demás, sobre todo a quienes consideramos más cercanos, como instrumento para nuestro bienestar. Aceptar que las opiniones, las necesidades y los intereses de los que queremos son tan valiosos como los nuestros es fácil mientras esos intereses no los llevan a apartarse de nuestro control, pero la cuestión se complica cuando aparecen diferencias que pueden llevarnos a temer por nuestra "seguridad". También suele suceder que cuando "queremos" a alguien solemos vernos inclinados a hacer cosas "por su bien", y en muchas ocasiones, lo hacemos creyendo que sabemos qué es lo que les conviene a los otros mejor que ellos mismos.
Por otro lado, este concepto le quita a la noción de amor su connotación de cuestión exclusiva y
aplicable a unos pocos. Si es la aceptación sin exigencias lo que caracteriza a un acto amoroso,
tenemos muchas oportunidades al cabo del día de amar y ser amados. Está a nuestro alcance la
posibilidad de vivir interacciones "amorosas" con distintas personas y en distintas circunstancias. Claro que también queremos sentirnos "especiales". Dice Ronald Laing: "la mayoría de la gente en alguna época de su vida pugna por sentir, y sea que lo haya logrado o no en sus primeros años, que ocupa el primer lugar, si no es que el único, en cuando menos el mundo de una persona". Esto es algo que sucede; pero salvo en casos extraños como el de Salvador Dalí, quien decía que todo su mundo afectivo estaba ocupado por su esposa y musa Gala, es difícil que la consideración de una sola persona nos alcance para satisfacer nuestras necesidades de contacto humano. También nos resulta importante tener un núcleo de "seres queridos", personas a las que elegimos para compartir nuestras experiencias cotidianas. Pero ¿cuán amplio es el círculo de personas que nos interesan? ¿Qué pasaría si lo ampliáramos?.
Cada vez que interactuamos con alguien, conocido o desconocido, en un ámbito íntimo o público, lo que sucede allí es lo único que nos está sucediendo en ese momento. Estamos ahí y en ningun otro lugar, y depende de nosotros aprovechar o no la experiencia. Más allá de quién nos esté esperando en casa, o de cuantos teléfonos tengamos en nuestra agenda, el momento de saludar, conversar, trabajar o lo que sea que estemos haciendo con alguien, pertenece al tiempo que tenemos para vivir, y por lo tanto merece ser vivido con la misma calidad si lo compartimos con alguien con quien viajamos dos pisos en un ascensor o con el pariente más cercano. Allí estamos, siendo quienes estamos siendo en ese momento, frente a otro humano y sea cual sea el resultado del encuentro será para ambos una oportunidad de aprendizaje.
Es inevitable que tengamos "personas favoritas", pero creo que eso no significa que centremos
nuestra atención sólo en ellas.
¿Qué pasaría si extendiérmos nuestra área de interés a las personas en general? El interés no significa un derrame de "bondad" hacia todo el que se nos cruza, sino más bien una actitud de atención y presencia. Cuando no estamos prestando atención a quien tenemos delante, no es porque nos fuimos "con la cabeza" a un lugar mejor o más útil, sino más bien porque nos perdimos en un terreno de fantasías, ideas, autosugestiones; contrariamente a lo que puede parecer, cuando no prestamos atención los demás, tampoco nos estamos prestando atención a
nosotros mismos.
(*)
Si consideramos que los "momentos" interesantes pueden ocurrir sólo con nuestro "círculo de
allegados", y que cuando estamos con alguien que no es importante para nosotros, sólo se trata de "pasar el tiempo", estamos haciendo, por lo menos, un mal negocio.
Creo que Albert Einstein en su libro "Cómo veo el mundo", lo dijo mucho mejor: "Cada ser humano es parte de un todo que llamamos "universo"; una parte limitada en el tiempo y en el espacio. Por eso nos experimentamos a nosotros mismos, a nuestros pensamientos y sentimientos como algo separado del resto, en una especie de ilusión óptica de nuestra conciencia. Esta ilusión es como una prisión que nos reduce a deseos personales y a sentir afecto por unas pocas personas que nos rodean. Nuestra tarea es liberarnos de esta prisión ampliando nuestro círculo de compasión para que abarque a todas las criaturas vivas y a la naturaleza entera en su belleza".

(*) extraído no textualmente del poema 9 de "Espacios y Silencios" de Rubén León Makinistian