lunes, 3 de septiembre de 2007

¿Podemos hablar de los demás?


"Lo único que podemos hacer es dar testimonio cada uno sobre sí mismo. Todo lo demás es extralimitarnos en nuestras atribuciones. Todo lo demás es mentira".
Milan Kundera


Compartir información sobre otras personas y opinar acerca de esa información seguramente es posible, porque quien más quien menos, todos nos hemos encontrado mate de por medio “sacándole el cuero” a alguien, “arreglando la vida” de otros, comentando lo que hacen o lo que deberían hacer tales o cuales. Pero cuando hacemos estos comentarios, ¿es de los otros de quienes estamos hablando?
Tal como lo establecen los elementos fundamentales de la epistemología, para conocer debemos hacer una distinción y el acto de hacer esta distinción en sí mismo supone una preferencia. De acuerdo con este principio cualquier descripción nos dice tanto o más sobre el observador que sobre cualquier suceso que éste describe(*).
Si puedo ver que mi vecino gana mucho dinero, es porque el tema del dinero tiene importancia para mí, si me fijo en la figura de las demás personas, es porque la apariencia física me resulta algo importante. Hay innumerables aspectos de la vida de los demás en los que no reparo: son los que no me preocupan en mi propia vida.
Desde esta mirada entonces, aunque el sujeto de las oraciones que uso sea mi cuñada, lo que yo digo cuando critico, por ejemplo, su tendencia a cambiar de novio frecuentemente, estaría informando más acerca de mi modo de concebir las relaciones, acerca de mi estado en ese momento o tal vez acerca de mi escondida tendencia a la envidia que sobre los “desvíos morales” de la criticada.
Opinar sobre las acciones o preferencias de los demás, entonces, no hace sino mostrar nuestra propia forma de ver el mundo, pero ésta es una aclaración que no solemos hacer mientras tomamos a otro como tema. Quizás porque el hacerlo le quitaría al comentario su tono “complotante” que es lo que lo hace más sabroso.
Si le comento a mi amiga: “es curioso, pero últimamente en lugar de preocuparme por mis propias cuestiones, estoy atenta a la vida social de otras personas y estoy ocupando tiempo de mi vida a juzgar a alguien inútilmente, ¿qué puedo aprender de esto?”, muy probablemente la pobre tendrá que reprimir un bostezo, pero si le digo: “¿A que no sabés quién enganchó otro gil?”, le van a brillar los ojos, nos vamos a reír juntas, y por un momento nos vamos a sentir hermanadas.
Pero también es posible que esa complicidad que es innegablemente estimulante, me deje en el fondo el mal sabor de una sospecha: la de que así como se despelleja aquí a la famosa cuñada en su ausencia también puede despellejárseme a mí cuando sea yo la que no está.
La sensación de poder que sentimos mirando las acciones de otros con nuestros propios valores, se convierte en desazón si pensamos que los otros pueden aplicar su propio código a lo que nosotros hacemos.
¿De qué nos sirve saber que sólo podemos hablar de nosotros?
Si no nos suena como algo útil, probablemente no nos sirva para nada. Si sentimos que en algún punto la eterna charla sobre cómo vive el resto ya no nos alcanza, podemos comenzar a considerar en qué aspectos de la vida de los otros estamos poniendo la atención, qué tienen que ver esos aspectos con cuestiones nuestras, si se trata de cuestiones a resolver, cómo podríamos hacer para resolverlas…
Puede que al principio no resulte tan divertido como criticar a la cuñada, pero no tiene por qué ser una tarea exenta de humor; también podemos complotarnos con los amigos riéndonos de nosotros mismos y sin temor a ser cuereados a la salida.

(*) esta idea está tomada no textualmente del libro: "Estética del cambio", de Bradford P. Keeney. 1987. Paidos. Bs. As-Barcelona.



3 comentarios:

Cristina dijo...

La lectura de este artículo me sirvió para recordar, porque la verdad es que casi siempre lo olvido, que sólo hablo de mí cuando hablo, y esto sucede hable de lo que hable, hasta si le cuento a un amigo de qué se trata la película que ví ayer.
Y ya que me es díficil recordar esta otra manera de ver/me, está buena la vía de aprovechar 'mis decires acerca de los otros' para ahondar en el conocimiento de mi misma.
Gracias y chau.

pablo dijo...

Hola Moni. Ademas de la sospecha de que se hable de nosotros al retirarnos, me queda la idea del sabor amargo de encuentros que, para mi, terminan siendo vacios, aburridos. Otra forma de escondernos, de no mostrarnos, de perder el tiempo.
Gracias

trisi dijo...

Buenísimo Moni, el artículo no solo me concectó con lo que tantas veces hemos compartido acerca de que solo hablamos de nosotros cuando hablamos, sino con esta posibilidad de ver algo más de nosotras mismas mirando lo que más nos atrae criticar del otro. además me encanta cómo lo decís!!!!!!
Gracias
Trisi